Hablábamos de lo idílico que era el lugar y caminábamos despacio, tratando de absorber el paisaje con la mente en un estado zen de comunión con nuestro único planeta.
Y de pronto, como un homúnculo, como una estatuilla diabólica, como en un cuento de Raymond Carver: el cartel.
Caminante, ese es el camino. Un buen día, probablemente entre los 35 y 45 años, uno despierta y siente que algo no anda bien. Inicialmente uno cree que es el deseo de mejorar. La estrella de la virtud es nuestra guía.
Diversificar es saber que todos, en donde quiera que estén, eventualmente experimentarán contratiempos, frustraciones, decepciones. Y es estar preparado para esos reveses con las herramientas adecuadas y con la mente clara.
Cuando nos encontramos en uno de aquellos momentos introspectivos y pensamos en
el sentido de la vida, en el verdadero significado del éxito, inevitablemente
llegamos una y otra vez a la misma conclusión: